jueves, 11 de marzo de 2010

Cartas

(...) Nuestras historias personales, así como las míticas, están salpicadas de cartas que no llegaron, cartas que no debieron llegar, cartas que nunca escribimos, cartas que no enviamos, cartas acobardadas, cartas iracundas, cartas emborronadas por las lágrimas. Con la benévola desidia del servicio de Correos actuando como alcahueta, algunas relaciones no se rompieron, o no se realizaron, en virtud de un retraso. Hubo algún amante desesperado que, arrepentido de haber enviado una carta que ardía de celos injustificados, introdujo gasolina en el buzón y le prendió fuego. (...)

Abandonando semejantes levitaciones y volviendo a nuestras vidas, hoy plagadas de mensajes que nos llegan con rapidez desde cualquier punto del planeta, constatemos que ya no hay forma de transmitir esa lágrima que nos rescataría del rechazo y del olvido. ¿Qué podemos poner en su lugar que no quede ridículo y, lo peor, deliberado? ¿Un solecito con una mueca de dolor e incluso con una lágrima? Ramplón, pedestre, pobre, nulo.

Las personas de temperamento irascible y reflejos rápidos estamos perdidas ante las posibilidades de arruinar relaciones que nos ofrece Internet. Antes, con las cartas, podías arrepentirte, aunque sólo fuera por la pereza que daba tener que salir de noche a buscar el buzón. Por la mañana, ya habías abandonado la idea de fastidiar tu vida y la del contrario, y arrojabas el entero asunto a la basura. Pero en estos tiempos de teclas rápidas, antes de que se persigne un cura loco ya has destruido un mundo, o dos.

Y la otra parte nunca recibirá otra cosa que el contenido, sin esa subcarta que es el continente. La letra irregular que indica un estado de ánimo alterado, las tachaduras –esa palabra peor que la que usaste, y de la que te desprendiste, pero no del todo–, y, por encima de cualquier otra consideración, los caracteres medio borrados, las manchas de tinta de las lágrimas.

Seguimos vertiendo lágrimas. Oh, sí, claro que sí. Los de ahora no hemos renunciado al dolor, que es lo verdaderamente serio de nuestras vidas. Sólo que, fijaos, cuando lloramos al escribir un e-mail, apenas nos damos cuenta nosotros mismos. Y eso sucede cuando la señal del ratón no obedece a nuestro dedo, porque las lágrimas lo han convertido en una pequeña superficie resbaladiza. Entonces lo secamos con la manga y luego, sólo luego, nos enjugamos el llanto.

Maruja Torres (http://www.elpais.com/articulo/portada/lagrimas/elpepusoceps/20100307elpepspor_1/Tes )

Pues si, es la triste realidad, ahora nos escudamos detrás de la pantalla de un ordenador o de un móvil, mandamos un mensaje o un correo electrónico henchidos de orgullo por la rapidez con la que podemos llegar al otro... pero todo es un engaño, un correo es frío, la letra es de molde, los signos usados para demostrar empatía, alegría, tristeza... están usados y gastados, no reflejan lo que un reglón torcido, una palabra embarullada, un borrón...

Somos una generación incapaz de ir a donde está el otro y nos llenamos la boca con excusas: es que está lejos, es que tengo trabajo, es que tengo mucho que hacer, es que no me da tiempo, es que esto es más rápido, más instantáneo... más indoloro diria yo. Ahora nos gusta tener relaciones asépticas, sin mancharnos las manos, en la distancia que nos da la red de redes, porque somos incapaces de demostrar los sentimientos cuando son necesarios con una palabra, con un abrazo, con un tortazo, con un beso. Preferimos un emoticono...


2 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo...
    Ya solo llenan el buzón las cartas del banco, de Iberdrola o Telefónica.
    Nuestro facebook tiene 366 amigos, o sea que ni podemos dedicar un día a tonar un café con cada uno, a no ser que sea bisiesto, ja, ja.
    Nuestros teclados son del siglo XXI, pero nuestra piel necesita el contacto igual que hace 5000 años...

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  2. Fíjate que yo casi te diría que necesitamos más el contacto que antes, porque ahora hay que buscarlo, antes era natural, cotidiano... pero que nos da miedo, a algunos darlo, a otros que nos lo den, y unos por otros, escudados delante de un dirección con una arroba, una cuenta de facebook o la ventanita del messenger.

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