viernes, 15 de enero de 2010

La más triste soledad se vive en compañía

Aun cuando el nacimiento de un ser humano está rodeado de gente, médicos, familia, amigos, el recién nacido pasa por una experiencia traumática y, lo afronta solo, pues nadie entenderá ni sabrá nunca que se siente y que le ocurre a ese nuevo ser para afrontar la vida de una u otra forma.

Muchos científicos, teólogos y místicos afirman que la forma de nacer, lo acaecido en ese momento es una marca que seguirá a ese ser humano el resto de su vida; incluso condicionará actitudes, carácter y decisiones de su vida.

Traumático o no, el nacimiento es una experiencia en la que el bebé se encuentra solo en un nuevo mundo, frío y ruidosos donde no entiende nada.

Según crecemos nos acompañan personajes, nuestros padres, abuelos, hermanos que nos irán moldeando la personalidad pero somos nosotros los que decidiremos seguir ese o aquel camino, decisiones que, por acierto y error, irán creando una visión del mundo, nuestro mundo, única.

Cuando nos volvemos seres adultos somos conscientes de la importancia de nuestras decisiones pasadas y de las futuras. Eso en el mejor de los casos. Pero no sucede siempre. Es entonces cuando atisbamos en toda su grandeza la soledad inherente a nosotros mismos, convirtiéndonos en meros espectadores de la vida de los demás, con nuestras añoranzas, deseos y frustraciones. La madurez no siempre llega.

No solo en estos seres existe esta certeza. También en todos y cada uno de nosotros, en todos los seres humanos que no se conforman con seguir la marea de la vida, deteniéndose un solo segundo, tiempo suficiente para ser conocedores de forma plena de nuestra existencia y del camino solitario por recorrer que tenemos aquí, en esta vida(...).

“Estoy tan solo …” Esa es la frase de muchos que olvidaron que, aunque el hombre es un animal sociable, nuestra vida es un camino de soledad donde invitamos a alguien a caminar a nuestro lado, cada uno en su sendero, pero que no pueden caminar por nosotros.

La sencillez de nuestro alma, la sabiduría y la serenidad será lo que nos llevemos a ese “otro mundo” cuando volvamos a ser plenamente conscientes de lo solos que estamos cuando muramos en nuestra vida.

(Lo he sacado de aquí : http://lacomunidad.elpais.com/saphira/2010/1/15/nacemos-y-morimos-solos)

Me ha gustado mucho. Últimamente me ha dado por pensar en esa soledad inherente al ser humano, en como la vida es para uno solo, puedes tener compañía pero eres tú el que tiene que vivir, nadie puede vivir por ti, nadie puede enseñarte a vivir, nadie puede hacerte aprender por lo que él ha vivido...

Nadie aprende a montar en bicicleta porque le enseñen una foto de una bicicleta con sus partes: manillar, ruedas, cadena, sillín... tampoco nadie aprende a vivir por lo que le cuentan los demás. Igual que para montar en bicicleta tienes que subirte al sillín y coger el manillar entre tus manos, pedalear y hacer fuerza, caerte, levantarte, hacerte una herida... para vivir tienes que sentir, probar, experimentar, sufrir, amar, querer, decepcionarte, emocionarte, soñar, cantar, gritar, reír, llorar... y lo tienes que hacer tú, nadie lo puede hacer por ti.

1 comentario:

  1. Qué curioso! No tenía ni idea de que el hecho de nacer, lo que pasara en ese momento, te puede marcar de por vida, sobre todo teniendo en cuenta de que ninguno de nosotros nos acordamos conscientemente de ese momento. Misterios de la vida...

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